viernes, 22 de agosto de 2008

Where the streets have no name: Un elogio del arrabal (I)

Ayer me tocó acercarme a uno de los mil polígonos industriales que circundan Madrid de visita a un laboratorio fotográfico que Mario Kattaca me había recomendado. El laboratorio se llama global Montero y está muy bien de precio, así que lo recomiendo yo también (a pesar de que la persona humana que me atendió era un activista manifiesto de la ultraderecha radical).

la cosa pinta apetecible, verdad?
Ser peatón en Madrid y pretender abandonar por tus propios medios el casco urbano más allá de esa zona “A” del metro donde el dispendio, el libertinaje, y el mini-short masculino con sandalia espartana campan a sus anchas se convierte muchas veces en una experiencia como de flaneurismo trash… De saber que vas a perderte en un laberinto de calles sin nombre (o con nombres chuscos del tipo “Calle del metal” o “avenida de isabel pantoja”) y no poder esperar a que tal cosa ocurra, porque ello implica redescubrir desde el escombro la ciudad en la que vives ...

Esta es ya un clásico...

No quiero engañar a nadie. Como desecho posmoderno que soy tengo esa fijación con todo este tipo de espacios: áreas de servicio, descampados, escombreras, cementerios de coches, cinturones industriales… No soy único en mi especie. Aquí donde me ven somos muchos. Sin ir más lejos recuerdo el verano pasado en que una amiga se hizo una ruta de un mes por silicon Valley, el cinturón industrial más importante y famoso de los USA, que de grande que es parece un minipaís, como un vaticano del libre comercio pero más grande, enviándome cada semana unas fotos increíbles….

A vosotros no os dirá nada, pero yo esto lo miro con cierta envidia...

Mis primeros recuerdos asociados a un espacio de extrarradio vienen de mi infancia, y de las temporadas que pasaba con mis abuelos en las afueras de mi pueblo natal. Mis abuelos tienen una casa situada al pié de la llamada “recta de Rubianes”, una especie de arteria comarcal en la que la gente tenía a bien ostiarse al ritmo de unos Haddaway o una LaBouche cuando salían de la extinta “Discoteca Banana´s” en esos 90´s tan marcados por el “ruta del bakalao way of life”… Tanta fue su leyenda negra de colisiones, despeñes por terraplenes y atropellos a lo guinea Pig a reinas infantiles de las fiestas que incluso fue objeto de una canción a cargo del infame grupo de situacionismo folk “heredeiros da crus”, en la que pedían orden, concierto, precaución amigo conductor, y planificación urbanística a ritmo de rock bravú… En fin, a lo que iba: en contenidos y estética la recta de Rubianes fue para mí mi primer referente de arrabal, y el modelo base para extrapolar a todos aquellos arrabales que han venido después. La recta de Rubianes tenía todo y más de lo que se puede pedir a estos modernos limbos o espacios de nadie: su cementerio de coches situado detrás de un concesionario de Renault, donde de vez en cuando me colaba para conseguir cosas absurdas como cuentakilómetros, zapatas y bujías, pero que a mi me parecían poco menos que armas de destrucción masiva (mi pequeña faceta de Mad doctor andaba por ahí ya), u objetos más gore como un cassete de covers de boleros famosos manchado de sangre extraído de los restos de un citröen accidentado, su fábrica de muebles al por mayor, sus gasolineras, su almacén de piscinas y caravanas, su tanatorio, su riachuelo contaminado, su cementerio Laico, y algo que es muy único y que pocos arrabales pueden presumir de tener que es un cementerio inglés, que eso si que era el limbo porque no entraba nadie nunca. Para entender lo de este cementerio hay que remontarse al siglo XIX y a los intercambios comerciales entre España e Inglaterra, muchos de los cuales se hacían a través del Puerto de mi pueblo, que en su momento era bastante zona neurálgica… Para explicarnos: Tuvimos Ryanair antes que nadie, y, aunque no lo supimos aprovechar muy bien, si dejó algo de poso y todavía existe a día de hoy en la localidad un club de regusto masculino (abierto a las mujeres, pero de aquella manera tan de la ultraderecha en la onda “Tu permanece a mi izquierda sin molestar y no te quites las perlas en ningún momento”) de esos añejos a la manera inglesa llamado “club de regatas” donde los caziques locales mayores de 60 años van a tomar coñac y fumar caliqueños y al que no puedo esperar a pertenecer!!

Lo que hay allí enterrado se supone que son los restos de militares, marineros y personal administrativo de aduanas de nacionalidad inglesa sin familia, o bien con familia española pero de cuyo sepelio se hizo cargo su país en su momento, aunque yo, en mi mente calenturienta prefiero pensar que es un gesto de cortesía del gobierno español ante todos los ciudadanos ingleses caidos en la lucha contra las virulentas E.T.S´s que portaban las prostitutas del área del Salnés, que al parecer eran legendarias…

En fin, que aunque dicho arrabal no desmerecía del Madrileño, ni de ningún otro all over the world si es cierto que Madrid incorpora otro elemento de esos que me maravillan (entendiendo el maravillarme como fascinarme y aterrorizarme al mismo tiempo) y esto es La ciudad dormitorio… La ciudad dormitorio amplia el universo lynchiano del arrabal hasta el infinito y más allá, puesto que incorpora el factor fauna, digo población… Yo a las ciudades dormitorio de los arrabales las respeto mucho porque se que este sentido crítico y autodestructivo del que hago ostentación todo el rato no es ya que me habilite para la infelicidad más absoluta, que es algo que no me preocupa dado que vivimos en una sociedad en la que decir que eres feliz es equivalente a decir que eres gilipollas, de tan de mear por ti y decir que llueve que es la cosa, sino que, combinado con mi extracción socioeconómica, mi genética de clase media (si, si, suena muy nazi, pero consulten los estudios al respecto) y mis picores con el arte que no me dejan hacer carrera como personal administrativo de provecho, me condena inevitablemente a una vejez en un piso de esos de 5 plantas con ladrillo naranja y vistas a la autopista, convirtiéndome en el viejo raro del 4º que huele un poco a meado pero es muy majo y saluda siempre, y cuyos vecinos no entienden como pudo desatar esa espiral de violencia recortada en mano que los equipos de alerta 112 se encargan de cubrir…


No creo que mi arrebato de furia quedase tan filonazi como este, pero es una imagen que tengo de referente...

Fantasía de madurez o no, hay algo muy oscuro, muy atávico y muy muy cavernoso en este tipo de espacios… Peter Slojterdick, con el que estoy de acuerdo de forma intermitente recogía ya un análisis de estos espacios en “Temblores de aire” un ensayo sobre las diferentes formas de terrorismo y su asimilación en el inconsciente colectivo, así como Paul Virilo cuando afirmaba que: "¿Cómo no adivinar, (…), la concentración de odio acumulado en las ciudades inciviles de este fin de siglo? ¡Vayan entonces a ver de noche, en los sótanos o en los estacionamientos subterráneos de los monoblocks de suburbio, en los cuales las rave parties clandestinas y los backroom caóticos no son más que -digamos- una expresión turística".... Alguien se preguntaba hace años, a propósito de la arquitectura racionalista, que esos apartamentos unifamiliares con ese espacio tan bien planificado y distribuído no habían tenido en cuenta una cosa: donde iban a vivir los fantasmas de la casa? Pues bien, se han mudado todos a los arrabales de nuestras ciudades, donde las calles no tienen nombre y los fines de semana se mueven en el párking del Carrefour a ritmo de hardcore house….

Se trata supongo de esa idea de limbo vital, de vidas en stand By que, por lo general no pretenden llegar a ninguna parte, y en donde el tiempo parece funcionar de diferente manera. En el caso de Madrid acogen espacios donde lo irreal o surreal es muchas veces la tónica dominante, como es el caso de la aduana de correos en Barajas en los alrededores del poígono Las Mercedes, un lugar en el que las normas de la lógica quedan atrás una vez has traspasado su umbral, y que me recuerda mucho a la cola del infierno en la fantástica Bleetlejuice...

Pero en fin, creo que eso es otro episodio que merece contarse en otra entrega, así que volveremos en breve ....











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